El despertar de Orn

Orn despertó esa mañana al sentir la calidez del sol que bañaba su espalda, contrastando con el fresco aire matutino de aroma bucólico. Ella, hermosa y radiante, se enderezó en su suave lecho y estirando sus extremidades superiores, sintió como cada músculo se estimulaba.

Se puso de pie, dio un par de pasos y apreció, desde la altura de su hogar en la montaña, la belleza del paisaje que se extendía en amplios prados verdes, ríos que serpenteaban en la lejanía y descendían hacia la costa y la pequeña ciudad de Rosendal que anidaba entre las diversas cumbres de la zona.

Orn inhaló profundamente y sin pensarlo un minuto más, se colocó en el borde y se arrojó al vacío sintiéndose reconfortada por el aire que acariciaba su cuerpo entero durante la caída, apreciando cómo cambiaba la temperatura conforme se acercaba al suelo y de pronto, con el conocimiento que otorga la práctica, Orn extendió sus grandes y hermosas alas, cambiando de dirección en una asombrosa curvatura hacia el cielo hasta llegar a la altura de las montañas, donde se detuvo, posando cual cometa en el viento, planeando estática, como si flotara, con toda la majestuosidad propia de un águila real.

Desde mi propio Aleph, quedo con ustedes.

Hasta la próxima.

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