Sarah Freeman contrató al ex detective de la policía Daniel Holt, y su servicio de seguridad privada, para brindarle el servicio de vigilancia en el evento de la subasta de instrumentos musicales antiguos, a la que sólo acudiría un selecto grupo de invitados con la sensibilidad para apreciar dichos instrumentos y con la capacidad económica para pujar por ellos. Su función sería velar por los objetos subastados, pero también por la seguridad de los invitados.
Entre los asistentes se encontraban los hermanos William, Leopold y Patrick Schulz, un trio de afamados concertistas de cuerdas; Sarah los presentó con la Viuda Aldrich, cuyo esposo dirigió por años las más importantes sinfónicas y con quien fundó la Academia de música Aldrich. La viuda aprovechó el saludo para preguntarle a Sarah por el subastador; ella le mencionó que nuevamente sería Carlo Fronti, como en las subastas pasadas, aunque tal vez sería la última, ya que estaba subiendo mucho su comisión.
En el grupo se encontraban también Mary Oliver y Elena Papadopoulos, una joven pareja de amantes, y amantes de la música. Mary cargaba con su violín Stentor Arcadia en su estuche, pues venía de dar un recital y no tuvo oportunidad de resguardarlo.
Llegaron también Leigh O’Sullivan, crítico de arte musical; Don Pedro de Ortegón, el gran exponente de la guitarra clásica española, quien iba acompañado de Lucrecia Loma, una joven modelo de quien se enamoró en Nápoles. Finalmente, el grupo lo completaban Gustav Moreau, reconocido luthier, francés y Heber Cruz, reconocido y acaudalado músico y compositor mexicano.
El recinto, ubicado en una hermosa colina a 20 minutos del bullicio citadino, era un antiguo, amplio y elegante estudio de música para conciertos íntimos, contaba, además de la entrada principal en el primer piso, una entrada de servicio por la cocina, y una salida de emergencia en la segunda planta. La iluminación cálida sobre la duela y las cortinas rojas, hacían sentir un espacio confortable, sumado al olor de la madera y un aroma muy peculiar de los viejos instrumentos.
Daniel Holt colocó a dos guardias en cada puerta, uno junto a los instrumentos exhibidos a la vista del público y este mismo sería el encargado de ir pasándolos al subastador. Daniel mismo se colocó al fondo de la sala, detrás de los invitados.
Un mesero se colocó en una mesa con champagne y entremeses que placenteramente degustaron los presentes y en punto de las 7:00 pm, y con la puntualidad propia de los ingleses, Sarah Freeman dio la bienvenida al evento:
– Gracias a todos por su asistencia a esta deliciosa noche. Para iniciar la puja he invitado al famoso subastador profesional Carlo Fronti, a quien le doy la más cordial bienvenida – dijo al cederle el podio y colocarse a un lado de la sala para observar la subasta.
-Se subastarían 23 instrumentos – señaló Fronti -, siendo la joya final, un exquisito violín Stradivarius de 1713.
La disputa comercial por los artículos dio inicio Leopold Schulz fue el primero en adquirir un hermoso violonchelo Sesto Rocchi; seguido de su hermano Patrick, que se hizo de un fabuloso Sitar Laxman Art hecho a mano. Cruz ganó la puja de una guitarra acústica Fender Stratocaster; mientras que Mary Oliver compitió contra la viuda Aldrich, ganando la compra de un violín Guarneri.
El mesero pasaba con discreción entre las sillas agachándose para no obstaculizar la vista y ofreciendo champagne a quien lo deseara.
Minutos después y habiéndose subastado con relativa agilidad 12 de los maravillosos instrumentos, de pronto se apagaron las luces; Daniel dijo en voz alta: “Tranquilos, que nadie se mueva”, mientras activaba la luz de su celular, al igual que el guardia del piso y varios más de los presentes, quienes se apuntaban las luces unos a otros provocando mayor confusión; la oscuridad reinó en el recinto durante un tiempo impreciso segundos o minutos que parecieron horas, luego, las luces volvieron, y entonces hubo un momento de silencio pesado, poco a poco volvieron los murmullos de los invitados, y de pronto estos cuchicheos fueron detenidos por un grito que llamó la atención de todos, era Mary Oliver señalando hacia el costado del salón, dijo tartamudeando:
-¡E-e-es Sarah Freeman!
Y ante los ojos desorbitados y murmullos de los presentes, Sarah se encontraba tendida en la duela, sin vida, con el arco de un violín atravesando su garganta. En una escena macabra, el cuerpo sin vida de Sarah Freeman yacía en el suelo, el arco del violín enterrado en su garganta lucía como una espeluznante pieza de arte abstracto en una habitación llena de espectadores, por ahora todos sospechosos de homicidio.
Mary sollozaba abrazando a Elena y ocultando su rostro en su cabello; mientras que otros se llevaban las manos a la boca y nariz, tratando de evitar las náuseas; Lucrecia impresionada hundía su rostro en el pecho de Don Pedro, que la abrazaba. La viuda Aldrich se desplomó en una silla a punto de desmayarse mientras Cruz y William la sostenían y trataban de echarle aire con las manos.
– Tranquilos – repitió Daniel – que nadie salga de la habitación, tendremos que llamar a la policía.
Daniel Holt y sus guardias trataban de mantener la calma y asegurarse de que nadie abandonara el lugar.
Mientras llegaba la policía, Daniel, con su experiencia policial, fue tomando declaraciones de los invitados, interrogándolos sutilmente a uno por uno y averiguando diversos aspectos de ellos.
Cruz no conocía a los presentes, fue invitado por su destacada contribución a la música, aunque se sentía incómodo con la presencia de Leigh O’Sullivan, quien lo había criticado con dureza en el pasado.
Los hermanos Schulz, celosos de su mutua reputación como músicos, habían estado compitiendo ferozmente durante la subasta por los instrumentos y no tenían empacho en expresar que lamentaban más la suspensión del evento que el fallecimiento de Sarah.
Mary Oliver y Elena Papadopoulos, una pareja enamorada, quienes conocieron a Sarah desde que estudiaban juntas en Julliard, se mostraban acongojadas por el suceso. Sin embargo, Daniel se enteró de que Mary y Sarah fueron fuertes contrincantes estudiantiles.
O’Sullivan, en su habitual estilo sobrio, sólo decía lamentar lo sucedido, sin embargo, expresó que tal vez es lo que se merece alguien que prostituye el arte.
Carlo Fronti había participado de subastas para Sarah anteriormente, llevándose buenas comisiones por sus servicios, si bien tuvo una negociación complicada esta vez con Sarah, ella accedió a pagar lo que él pedía por su eficiente servicio.
Don Pedro de Ortegón resultó ser un antiguo amante de Sarah, aunque aparentemente quedaron como amigos, a tal punto que fue invitado al evento. Lucrecia, su actual amante, no conocía a Sarah ni sabía de su antigua relación con Pedro.
La Viuda Aldrich, devastada por la pérdida de su esposo y socio musical, tenía acceso a la escena del crimen con frecuencia a través de su amistad con Sarah.
El mesero se llamaba Aram, era Armenio y tenía tres meses en el país desempeñándose como mesero u obrero, lo que saliera primero.
Gustav Moreau, experto en instrumentos musicales, ansiaba esta noche para hacerse de los mejores instrumentos y durante la entrevista dijo en voz baja a Daniel.
-Esto es una estafa, me he acercado a los instrumentos y ese violín no es un Stradivarius. Si esa mujer nos quiso engañar, merece lo que le pasó.
Un guardia avisó a Daniel que la policía ha llegado, segundos después entra el comandante Steaphens y dice a todos que no salgan, ya que serán interrogados.
Daniel se acerca y dice en voz alta, con gusto comandante, y si me permite, me gustaría aprovechar el momento para señalar al culpable.
El comandante Stephens asintió y miró expectante hacia Daniel Holt. Los invitados, sorprendidos por la afirmación del detective, se agolparon alrededor, ansiosos por conocer la resolución de este misterio oscuro.
Daniel se tomó un momento para examinar la habitación y a cada uno de los presentes. Sabía que la clave para resolver este caso se ocultaba en algún detalle que se había pasado por alto. Luego, con una voz firme, declaró:
-La muerte de Sarah Freeman fue causada obviamente por alguien que ha estado en esta sala desde el principio, alguien que pensaba ocultar su crimen de manera magistral.
Las miradas de los invitados se dirigieron hacia Daniel, esperando ansiosamente que revelara al culpable. Luego, con un gesto señaló a una figura en particular:
-Señorita Oliver, ¿podría mostrarnos el contenido de su estuche?
-¿Mi estuche?, pues es mi violín Stentor Arcadia – dijo la aludida mientras lo abría y lo mostraba.
-¿Y no falta nada? – preguntó Holt.
-¡El arco! – exclamó sorprendida.
-Así es – dijo Daniel -, el arco de un violín Stentor Arcadia, justo como el que yace en el cuello de Sarah Freeman.
El comandante Steaphens dio un paso al frente para apresarla, mientras ella declaraba con angustia su inocencia; y entonces Daniel alzó la voz una vez más.
-No, no, espere comandante; lamento si hubo un malentendido; yo no dije que la señorita Oliver fuera la asesina, pero confirmo que es su arco el objeto de la muerte, aunque fue esgrimido por alguien más. Le pido el favor de tomar en arresto al verdadero culpable – y señalando dijo – al subastador Carlo Fronti.
El comandante hizo la señal a un par de oficiales para que lo detuvieran, mientras este argumentaba:
-¡Qué! – dijo Carlo sorprendido – ¡Pero si yo me encontraba en el podio y con las manos libres!
-Exactamente – dijo Daniel – y eso es lo que hace que su coartada sea aún más convincente. Estaba en el lugar al frente, junto a los instrumentos, donde todos estaban concentrados en la subasta, lo que lo habría convertido en un candidato perfecto para ocultar sus acciones, y por eso necesitaba un cómplice. ¡Guardias, detengan a Aram, el mesero!
Al saberse culpable este quiso correr, sin embargo, había guardias y policías suficientes para evitar su escape.
-¡Este hombre está loco! – exclamó Carlo – Mary Oliver es la asesina, ustedes vieron su arco y los que conocimos a Sarah desde hace tiempo, sabemos que ella y Mary fueron enemigas hace años.
-Eso no es verdad – señaló Mary -, fuimos contrincantes, competíamos en temas de estudio por ver quién era la mejor, pero siempre fuimos amigas.
-¿Y yo por qué habría de atentar contra mi clienta, no hay motivo.
-Y sin embargo lo hay – mencionó Daniel -. Tristemente el homicidio de Sarah Freeman no fue el único crimen esta noche; si bien es cierto que es lo más lamentable, el asesinato de Sarah Freeman fue una distracción cuidadosamente planeada para ocultar el verdadero motivo detrás de este crimen: el robo del Stradivarius.
Esto fue lo que sucedió: Mientras el mesero servía las copas de champagne y se agachaba, y con la discreción propia de un carterista Armenio, extrajo el arco del estuche de Mary Oliver, ocultándolo en su filipina, más tarde, provocó el apagón y ultimó a Sarah con la finalidad de que nos concentráramos en ese crimen inculpando a una inocente, mientras en la confusión, el Sr. Fronti hacía un cambio rápido del Stradivarius por una réplica muy parecida, que sólo un experto como Gustav podría distinguir de cerca. Seguramente el original lo encontraremos oculto en el podio, de donde planearía sacarlo más tarde con discreción.
-¿Y por qué matar a su cliente?, como él dijo – preguntó O’Sullivan.
-Sencillo – declaró Hunt – Sarah discutió con Carlo por el aumento en sus comisiones y aunque accedió a pagar lo que pedía, ella esperaba no volverlo a contratar, así que Fronti quería llevarse un “paquete de retiro” y seguramente convenció al armenio de pagar bien sus servicios.
Al entrevistar al mesero noté en su muñeca un tatuaje de prisión, si buscan en sus archivos seguramente encontrarán un historial interesante.
Steaphens dio la orden a un oficial, quien revisó el podio, encontrando el valioso instrumento oculto en los estantes del mueble.
Las pruebas adicionales confirmaron la complicidad del subastador y del mesero en el robo y en el asesinato de Sarah Freeman. El comandante Stephens arrestó a Carlo Fronti y al mesero, quienes finalmente confesaron sus crímenes.
Daniel Holt, con su aguda intuición, había desentrañado el misterio oculto detrás de la fachada de un asesinato y había revelado al verdadero culpable.
El sonido de la discordia se había silenciado, y la música había sido reemplazada por una nota siniestra. El final inesperado de este día dejó a todos los presentes conmocionados, recordándoles que a veces la armonía más hermosa puede ocultar las notas más oscuras.
Desde mi propio Aleph, quedo con ustedes.
Hasta la próxima.
Buen relato e historia.
Me resulta muy agradable que se sabe dirigir la atención del lector hacia donde están poniendo atención los participantes. Buen misterior y es agradable conocer los personajes que viven en la mente del escritor.